La inserción inteligente en tiempos de Macri

Habiendo transcurrido más de dos años desde la elección de Mauricio Macri como presidente de la República Argentina es que resulta útil realizar algunos comentarios sobre el diseño y desarrollo de la política exterior sostenida desde el gobierno de Cambiemos.

En tal sentido, asoma como prioritario identificar el entendimiento que la actual administración refiere sobre la política exterior y su ejecución. Desde un plano teórico podemos establecer que una política exterior nacional conjuga el cuerpo de políticas públicas que tienen como principal desafío lograr llevar a cabo un exitoso proceso de inserción en el ámbito internacional.

Ahora bien, lo exitoso de este proceso lógicamente es evaluado en cuanto a las expectativas e intereses establecidas desde el gobierno de turno. La idea de cambio planteada por Macri tuvo en su génesis el lograr una reconstrucción de la identidad heredada por el gobierno anterior, siendo el aprovechamiento sobre las bondades de la globalización uno de los pilares desde donde buscar iniciar este proceso.

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Lejos de querer desagregar la multiplicidad de eventos particulares que directa o indirectamente marcaron las políticas sostenidas a la fecha, es que el presente artículo busca analizar y advertir los cambios y/o profundizaciones que en tal sentido resultaron de las funciones desarrolladas desde Esmeralda 1212 tanto por Susana Malcorra como por Jorge Faurie.

Partiendo de la asunción de Mauricio Macri en diciembre de 2015, la encargada de ocupar funciones como Canciller argentina fue Susana Malcorra, figura con una basta experiencia en el mundo diplomático y con un gran entendimiento del sistema internacional y fundamentalmente  del rol que en el pudiera desempeñar la Argentina.

Fue desde su figura que se inició la tan mentada búsqueda de una nueva identidad nacional, diseñando a partir de la “reinserción” del país a nivel mundial la eventual recomposición de “relaciones serias y maduras” del país para con el mundo.

FRANCE-ARGENTINA-POLITICS-DIPLOMACY

En concreto, la actual administración argentina indicó desde un primer momento, que la integración exitosa al orden internacional supone adherir a una serie de acuerdos con países “civilizados” que, a partir del entendimiento de estos como modelos de poder, terminaran por significar la obtención de la confianza del mundo perdida durante el kirchnerismo.

Con tal propósito, el primer mensaje emitido por Macri en términos de política exterior fue fuerte y claro. A pocos días de haber asumido funciones, el presidente argentino tomó palabra en la Cumbre del MERCOSUR desarrollada en Asunción, condenando las reiteradas violaciones sobre los derechos humanos en Venezuela, uno de los cinco miembros plenos de este bloque económico.

La postura frente al gobierno de Maduro no solo supuso un drástico giro en las relaciones mantenidas durante el kirchnerismo, sino que al mismo tiempo se presenta ilustrativo de un proceso estructural que toma lugar en la región y se escenifica con el declive de los gobiernos progresistas y una recomposición neoliberal iniciada con la llegada de Macri al poder.

En adición a este pronunciamiento, paulatinamente acompañado por los socios del bloque y la resultante suspensión en agosto del 2017 de Venezuela del MERCOSUR, la perspectiva del gobierno de Cambiemos iría mostrando cada vez con mayor intensidad la búsqueda de pensar la integración y proyección internacional desde una perspectiva esencialmente económica-comercial, en desmedro del eje político.

En tal sentido, al imperativo arreglo con los “fondos buitres”, proceso desde el cual se buscó crear un escenario de confianza y seguridad jurídico-institucional respecto a la situación económica argentina y su capacidad de endeudamiento, podría ser añadido el rápido reconocimiento sobre el proceso institucional brasilero culminado con la destitución de Dilma Rousseff y la llegada al gobierno de Michel Temer.

La mencionada experiencia y conexiones de la Canciller Malcorra permitirían prontamente ver sus resultados.  No obstante, aspiraciones particulares como la fallida candidatura a la Secretaría General de las Naciones Unidas, conflagrarían en promover una relación efectiva al interior de Cambiemos que permitiera vislumbrar una eventual concreción de su mandato.

En concordancia a los preceptos buscados por la administración Cambiemos y (todavía) en sintonía con una correcta lectura sobre el ordenamiento multipolar imperante, es que promediando el 2016 la Argentina sería seleccionada para asumir simultáneamente, y por vez primera en el mundo,  la presidencia del G-20 así como la organización de la cumbre de la OMC.

En añadidura, durante la gestión Malcorra la reinserción de la Argentina en la agenda internacional se vería complementada por la visita al país de una gran cantidad de Jefes de Estado parte de las potencias occidentales y “civilizadas”, como fueran los casos de Obama, Merkel y Macron entre otros.

La estrategia desde aquí desarrollada tuvo como último atributo la búsqueda de acelerar los compromisos que permitieran al país el ingreso a la OCDE y el intento de firmar el tratado de comercio e inversiones entre el MERCOSUR y la Unión Europea. Siendo en efecto estos dos últimos puntos los grandes “pendientes” a ser capitulados tras la renuncia de Malcorra y la llegada a cancillería de Jorge Faurie.

En tal sentido, si bien el arribo de Faurie al Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto ha concretado tan sólo un año desde su asunción, es posible dar cuenta de ciertas profundizaciones sobre el legado de su predecesora que merecen y pueden ser consideradas.

La atribuida “inserción inteligente” manifestada por el Canciller argentino ha evidenciado en este último año de ciertas perforaciones al sentido multipolar que Malcorra tenía del orden internacional, acoplándose cada vez con mayor proximidad a un entendimiento unipolar, cercano a los intereses de Washington.

Esto resulta paradójico tomando en consideración que un gobierno que propone sostener un modelo de inserción basado en la liberalización comercial ha encontrado, en la llegada de Donald Trump al ejecutivo norteamericano y los acontecimientos desde allí sostenidos, lejos de un aliado, un obstáculo.

La política exterior argentina parecería cada vez más decidida a intensificar, sin una motivación lógica o visible, los patrones de relacionamiento que guiaron al país durante la década de 1990, desconociendo no sólo una correcta apreciación de la coyuntura internacional, sino también el rol que allí podría desempeñar y beneficiar al país.

A los “pendientes” anteriormente aludidos, la negociación desde el MERCOSUR con la Unión Europea supone una complementación con la priorización estructural otorgada desde la coyuntura regional de aquellos espacios de integración económicos-comerciales e ilustrado por caso con el retiro temporal de seis países, entre ellos la Argentina, de la UNASUR.

Debe entenderse que, tanto la precedencia de los mega acuerdos comerciales tan comunes en estos tiempos, así como el desinterés en integrarnos regionalmente dese un plano multidimensional supone, no solo un paradójico desconocimiento de los escasos niveles de comercio intrazona existentes en América Latina, sino que implica además una reedición de los patrones de comercio Norte-Sur y las desfavorables implicancias de ello en las diferentes aristas de desarrollo que componen a las economías nacionales.

Daniel Maffey

Lic. en Relaciones Internacionales

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