Dime con quién andas y te diré tus prioridades

Al momento de pensar la proyección internacional de los países que habitan el continente Americano no puede desestimarse la gravitancia que la presencia norteamericana supone. De igual modo, resulta ineludible percibir otro factor estructural como el de la subordinación de nuestra región en el concierto internacional.

Es desde este escenario que Russell y Tokatlian (2013)  plantean la existencia de dos grandes estrategias o lógicas de acción que los países de América Latina han ejecutado a lo largo de su historia en el escenario internacional.

La primera, la lógica de autonomía, supone mediante herramientas como la apelación al regionalismo, el derecho internacional y el recurso a los organismos internacionales, la búsqueda de un desarrollo económico autónomo, la consecución de la paz, la diversificación de las relaciones exteriores y la restricción del poder de las potencias centrales dentro sistema, específicamente de los Estados Unidos.

Como contraparte, la lógica de la aquiescencia comprende como principal meta obtener el apoyo norteamericano, ya sea material o simbólico, contando así con su protección y logrando un marco de convivencia estable con la Casa Blanca que descansará en la confianza otorgada hacia esta en su capacidad de auto restricción.

En pos de conseguir este fin, los Estados pueden responder desde el plano militar a partir de la participación en intervenciones armadas o la eventual flexibilización del entendimiento sobre lo que la soberanía estatal refiere, hasta el alineamiento institucional multilateral diseñado claro, a medida de los intereses de Washington.

Cooperativo por necesidad y conflictivo por naturaleza, el caso paraguayo se presenta alegórico del vínculo entre los Estados Unidos y uno de los lotes de su patio trasero.

De Stroessner a Cartes, las relaciones entre el Paraguay y la potencia hegemónica han continuado con distintas intensidades un alineamiento tanto en lo económico y político, comprendiendo esto para Asunción un vínculo en términos de dependencia hacia la potencia americana. Inversión y financiamiento a partir de apoyo político y presencia militar.

¿Cómo impacta entonces este pasado y presente en el Paraguay de Marito, una periferia dentro de otra, dónde sea Monroe, Polk o Bush, las doctrinas diseñadas desde Washington presuponen una dependencia pristina para con el gigante americano y su destino manifiesto?

El pasado 15 de agosto un nuevo representante del Partido Colorado relevó a Horacio Cartes en la presidencia del Paraguay. Emergente del proceso electoral más abstemio y cerrado de la historia política paraguaya, Abdo ya ha realizado las visitas estratégicas de rigor por Washington, decidido a profundizar durante su quinquenio una estrategia política basada en la aquiescencia.

Buscando que “el país siga siendo atractivo para la inversión”, algo que no encuentra correlato con la realidad financiera guaraní, el presidente electo mantuvo una serie de encuentros representativos de los intereses y necesidades que el Paraguay tiene y mantiene con los Estados Unidos y su maquinaria institucional.

Reuniones con las máximas autoridades del Comando Sur norteamericano, el Fondo Monetario Internacional, la Organización de Estados Americanos, el Banco Interamericano de Desarrollo, los Secretarios de Comercio y Tesoro norteamericanos así como la calificadora de riesgo Moody´s, engalanaron la agenda de una administración que se inclina inercialmente hacia las instituciones de Bretton Woods.

Los encuentros en cuestión descansaron sobre la importancia de la cooperación mutua para el desarrollo otorgada desde el entorno de Marito. No obstante, estas consideraciones suelen desestimar una forma de cooperación que expone las relaciones existentes entre los centros y las periferias del escenario internacional, vínculos determinados desde y por un proceso resultante de las necesidades mismas del sistema y no por sus intentos de expansión o modificación estructural del mismo.

El comúnmente entendido “desarrollo” como objetivo de la cooperación mutua, ha sido progresivamente desplazado por el de la erradicación de la pobreza. Esta distorsión del proceso se complementa por otro, igualmente contraproducente (al menos para uno de los hemisferios), y es que a la necesaria consideración sobre los intereses de ambas partes, suelen primar cada vez con mayor peso, las demandas provenientes desde los centros.

Estas demandas, necesidades quizás, por parte del Paraguay son sustentadas desde espacios como los visitados por Abdo en su última gira pre-presidencial, así como por otros ya establecidos en el país como la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo (USAID) o la Dotación Nacional para la Democracia (NOD). Apoyo económico.

Cercano a los intereses de Washington y en sintonía con los cambios estructurales regionales, la gira de Abdo y sus primeros días en gobierno exponen desde una perspectiva institucional, la transferencia en las intensidades otorgadas hacia la OEA y las agenda desarrollada sobre el caso Venezuela, esto tanto desde aquí como a partir del no vinculante Grupo de Lima. Respaldo político.

Los intereses provenientes desde el Centro pueden comprenderse a partir de la presencia militar norteamericana mantenida en territorio paraguayo por más de tres décadas. Desde mediados de 1980 EE.UU. ha puesto pie en la base Mariscal Estigarribia, donde la falta de datos supone un dato en sí mismo.

Lo cierto es que a partir de la doctrina promovida por Donald Rumsfeld, Secretario de Defensa del expresidente Bush (hijo), las referidas bases militares han sufrido ciertos cambios técnicos que al menos desde lo visual suponen alguna distancia con aquellos despliegues militares a la alemana o cubana promovidos durante la Guerra Fría.

En lo teórico, son consideradas locaciones cooperativas de seguridad, es decir, instalaciones menores donde ya no se dispone de los tradicionales espacios físicos con hangares y soldados, sino que refieren a bases dormidas que claro, pueden despertarse en caso de considerarse necesario. Presencia militar.

Material y simbólica, las bondades y voluntades parte de la actual recomposición neoliberal en América Latina han representado para la Casa Blanca la posibilidad de concretar un objetivo de larga data como el de asentar instalaciones menores, en esta oportunidad, ubicadas en la triple frontera compartida entre Argentina, Brasil y Paraguay.

La mentada “guerra contra las drogas” promovida bajo la administración Reagan tiene hoy su remake con “la lucha contra el narcotráfico” como epígrafe. El lugar de rodaje en esta oportunidad tomará parte en un enclave de riqueza natural mayúscula como la del Acuífero Guaraní.

Si bien deberá ser evaluado una vez incorporado y afirmado al Palacio de López, los primeros pasos de Abdo en pos de apoyo norteamericano no remiten dudas. Caso contrario supone la capacidad de auto restricción norteamericana que ya cuenta con presencia militar en el tercer reservorio mundial de agua dulce en el planeta.

Cualquier coincidencia con la teoría es pura casualidad.

Daniel Maffey

Lic. en Relaciones Internacionales

 

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