¿Héroe, mártir o presidente? La incertidumbre por Lula não tem fim

Incierto, así se exhibe el futuro político del Brasil. Por si el Tribunal Supremo de Justicia habilita o no la participación electoral de Lula Da Silva, por como se redireccionarían esos votos en caso de que prime la segunda alternativa, por quien ocupará el Palacio do Planalto a partir del 1 de enero próximo, y por las implicancias de ello en el mapa regional y mundial. Por estas entre otras consideraciones, incierto.

La relevancia de las encuestas en los procesos electorales suele ser proporcional al grado de duda presente sobre los candidatos y ante las preferencias de los ciudadanos. De cara a los comicios presidenciales en Brasil, las principales medidoras del país se presentan como termómetro de un sistema que quizás tenga algo más que fiebre en su diagnóstico.

¿Qué, cuándo y cómo eligen los brasileños?

En un contexto social preocupante, donde la violencia presenta por segundo año consecutivo un aumento en el índice de asesinatos (siendo el mismo de 175 homicidios por día) según el Foro Brasileño de Seguridad Pública, el país se encamina hacia unas elecciones donde el candidato con mayor intención de voto probablemente sea excluido de su participación.

El próximo 7 de octubre los brasileños concurrirán a las urnas electrónicas que guían los comicios del país desde 1996. En este proceso, los cariocas votarán por cinco cargos diferentes: Un presidente, 27 gobernadores estatales, la totalidad de la Cámara de Diputados, un tercio de la Cámara de Senadores y 1.059 legisladores que integrarán los parlamentos de sus 27 unidades federales.

Ante el poco probable escenario que un candidato presidencial acceda al 50% más uno de los votos, este resultará electo presidente de la República Federativa del Brasil. En caso de que esto no suceda, las dos fórmulas mejor posicionadas concurrirán a un ballotage programado tres semanas luego, esto es, el 28 de octubre. Según lo dispuesto por la Constitución, la fórmula electa asumirá funciones a partir del 1 de enero próximo.

El caso Lula da Silva

Condenado a 12 años y 1 mes de prisión por corrupción pasiva y lavado de dinero en el marco de la mega causa judicial “Lava Jato”, Lula se encuentra preso según lo dispuesto por el juez Sergio Moro desde el 7 de abril del presente año. En concreto, la sentencia descansa sobre la entrega de un departamento por parte de la empresa constructora OAS hacia el expresidente en carácter de soborno.

No obstante, la génesis y el desarrollo del proceso judicial no lograron presentar pruebas de que el tríplex en cuestión fuera de Lula, ni de familiares o allegados. El juicio entonces se basó en dos polémicos elementos jurídicos como los de dominio del hecho (por ser una actitud típica no se necesitan mayores pruebas) y la íntima convicción del juez (Sergio Moro en este caso, cuenta con la potestad para valorar las pruebas o las faltas de ellas).

A estas irregularidades podrían mencionarse otras tantas que presentan como única realidad relevante la decisión política y judicial de legisladores, jueces y fiscales en estirar los límites de lo antes impensado para así inhabilitar la candidatura del líder del Partido de los Trabajadores (PT).

De cara al 7 de octubre hay dos acontecimientos que restan considerar en lo que al caso Lula refiere. El primero reside en la figura del Tribunal Electoral (TE), organismo que tiene plazo hasta el día 17 de septiembre para definir si el exmandatario podrá o no competir en los próximos comicios. En caso de que TE rechace su candidatura, el PT podrá apelar entonces al Tribunal Superior Federal como segunda y última instancia jurídica posible.

Todo hace suponer que en ambas instancias primará la inelegibilidad de Lula, quien no podrá presentarse como candidato a partir de lo dispuesto por la Ley de Ficha Limpia (sancionada durante su segundo mandato), la cual sostiene que ningún ciudadano puede ser candidato a un cargo electoral si posee una sentencia firme en segunda instancia.

En caso de que el rechazo sobre su candidatura quede confirmado, su actual compañero de fórmula, Fernando Haddad, asumiría la titularidad de esta, siendo Manuela D´Avila quien pasaría a aspirar a la vicepresidencia del país. Bajo este escenario la duda seguiría siendo moneda corriente surgiendo así un nuevo interrogante: ¿redireccionará el lulismo sus sufragios hacia un Partido de los Trabajadores que tiene a su líder en confinamiento?

La tan mentada transferencia de votos desde Lula hacia Haddad añade un elemento de ambigüedad ante un escenario electoral y político extremadamente delicado. Esto es que nada certifica que el partido con mayor intención de voto al dia de hoy pueda no pasar el primer llamado a elecciones.

Panorama actual y potenciales escenarios

A partir de los relevamientos publicados por el diario Folha de São Pablo, la intención de voto para el líder del PT ha ido creciendo progresivamente en los últimos meses, logrando alcanzar a la fecha un potencial 39% de los votos. En segundo lugar aparece el controvertido candidato del Partido Social Liberal (PSL) Jair Bolsonaro, quien obtendría un 19% de los sufragios.

En tercer término se presenta la ex ministra de Ambiente de Lula, Marina Silva, quien ostenta un 8% de los votos, seguida de cerca tanto por el candidato del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) Geraldo Alckmin como por Ciro Gomes del Partido Democrático Laborista (PDT) ambos con el 6% y 5% respectivamente. En este poco probable escenario es de destacar que la sumatoria de indecisos y votos en blanco circunda sobre un 25% del electorado.

Ahora bien, considerando la eventual decisión de inhabilitar a Lula Da Silva a participar en los comicios, el panorama electoral se modificaría considerablemente. La cooptación de votos de la fórmula Haddad – D´Avila se presenta como un signo de interrogante ilustrado en el aumento de los potenciales votos en blanco y la indecisión de los ciudadanos. Restará saber si aquellos que se inclinen por el voto en blanco en la primera vuelta electoral mantendrán su postura sobre un eventual ballotage.

Lo cierto es que son Lula y Bolsonaro quienes disponen tanto de la mayor intención de voto así como de un mayor nivel de rechazo entre el electorado, algo de vital relevancia ante una eventual y muy probable segunda vuelta. Será entonces el redireccionamiento de votos lulistas lo que termine por definir la suerte del PT en primera vuelta y del próximo presidente del país el 28 de octubre próximo.

Implicancias en la región y el mundo

La construcción de un mapa latinoamericano donde el declive de los gobiernos progresistas decantó en la recomposición neoliberal iniciada con la llegada de Macri a la presidencia argentina, potenciada con el ascenso de Temer en Brasil y reafirmada por el nuevo mandato de Piñera en Chile parece encontrar ciertas fisuras en su andamiaje.

El péndulo que posicionalmente viró de la izquierda hacia la derecha en espacio de 3 años se encuentra en la actualidad recalculando su direccionamiento y sus intensidades. Lo cierto es que la incapacidad de satisfacer las demandas y expectativas generadas por un nuevo ciclo neoliberal observa los comicios venideros con una preocupación insospechada hace no mucho tiempo.

Esta inquietud fue confirmada por López Obrador quien al menos desde lo propositivo supone, tanto por convicción como por probable necesidad, una diversificación de sus aliados, generando esto un acercamiento hacia una región como la Latinoamericana, esquiva para México en las últimas décadas.

El otro “gigante” de América Latina es Brasil, y si bien la figura por arribar al Palacio do Planalto permanece como una incógnita, lo cierto es que la retracción como emergente que el país sufrió durante la gestión Temer seguramente decantará en una revisión profunda de los lineamientos estratégicos implementados y por implementar, buscando así al país como un jugador global en la escena internacional.

En una Latinoamerica donde el año próximo habrá procesos electorales en una considerable cantidad de naciones, Argentina, Bolivia y Uruguay son algunos de los casos, y ante una proyección global donde el Brasil ha quedado relegado por caso en el grupo emergente BRICS ante el ascenso ruso y chino, quien diseñe y ejecute la política exterior brasileña tendrá el desafío de reincorporar de manera sustantiva al gigante dormido en la escena internacional.

Daniel Maffey

Lic. en Relaciones Internacionales

 

 

 

 

 

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