Del estallido al silencio: Chile dijo “No” a la nueva Constitución

En lo que fue la elección más concurrida desde la transición democrática y el plebiscito de 1988, la República de Chile fue testigo de una jornada que puso un alto a la contundencia electoral que desde 2020 gozaba el espectro progresista nacional y rechazó de manera categórica la posibilidad de una nueva Constitución. 

Como toda jornada deliberante, la misma no figuró ajena a la coyuntura que la rodeó y un país que frente a una serie de demandas estructurales insatisfechas, también cimentó la escena política con lo que de momento es la gran derrota electoral para una administración como la de Gabriel Boric que, sin cerrar su primer semestre al frente del Palacio de la Moneda, nuevamente, deberá reorientar sus prioridades. 

Una elección histórica

Con el 99% de las mesas escrutadas, el Plebiscito de Salida realizado deja graficados varios contrapuntos al respecto de lo ocurrido menos de dos años atrás, cuando el 78% de los votantes optó por  dar el “Si” ante la opción de redactar una nueva Carta Magna a cargo en su desarrollo de una Convención Constitucional. 

Por lo que en primer lugar, resalta el impacto de la obligatoriedad del voto y su inscripción automática, a diferencia de lo ocurrido aquel 25 de octubre del 2020 y la participación voluntaria. 

El resultado de este punto se evidencia con contundencia en lo que fue una participación del 85% de la ciudadanía, sumando más de 5 millones de voluntades a lo ocurrido en la consulta anterior, cuando la participación apenas superó el 50%. 

De igual manera, resulta importante resaltar el alcance nacional del Rechazo y su movimiento pendular frente a lo ocurrido en la consulta antecedente: así como el 25 de octubre las 16 regiones del país optaron mayoritariamente por el “Si” a una nueva Constitución, este último domingo, la misma totalidad hizo lo propio al momento de rechazarla. 

Resulta vital entonces, abordar dos de los ejes que podrían explicar un gira alterno en un contexto cuya centralidad estuvo marcada por la asunción del presidente más joven en la historia de América Latina y el accionar de una Convención Constitucional que sobre un total de 155 integrantes, 103 de ellos, no contaba con ningún tipo de militancia o experiencia en la política tradicional/partidaria. 

La Convención Constitucional

Señalaba Carolina Tohá en la antesala a todo este proceso consultivo que lo que ha hecho explotar a Chile es la incapacidad del sistema político de destrabar los debates que no tenían una salida en el marco de la institucionalidad vigente. La derecha estiró demasiado el chicle de las ventajas que le daba el sistema. Las fuerzas del centro y la izquierda, por su lado, nunca convocaron al electorado a dirimir ese conflicto, de hecho, nunca lo levantaron como un dilema central.

El plebiscito, puesto en escena tras el estallido social y potenciado por la llegada de Boric a la Moneda, parecían ofrecer el cóctel perfecto para reorientar esta aparente incapacidad. Sin embargo, lo que fue concebido como un atributo en su génesis convencional, terminó por ser la piedra en el zapato de un proceso demasiado ruidoso y poco afín a comprender el clima político/social nacional. 

Los 155 miembros de la Convención Constitucional, con sus 103 “outsiders” y la mayoría progresistas, feminismo y anti élite, terminó paradójicamente a partir de sus constantes escaramuzas asemejado a una práctica propia al Congreso y la política partidaria del status quo. 

En adición a constituyentes que votaron por la Comisión de Medioambiente desde la ducha o aquellos que fueron vestidos como Pikachu a sesiones del Pleno, el eje de las críticas estuvo en que la coyuntura condicionó el accionar de la Comisión y su resultante, puesto que a medida que avanzaba la campaña y el Apruebo seguía muy atrás del Rechazo en las encuestas, los partidos oficialistas, que apoyaban el Apruebo, se abrieron a la idea de que el nuevo texto requería de algunas reformas postplebiscito (en caso de ganar el Apruebo).

Como señala Noam Titelman, esto derivó en que un plebiscito que tenía en la papeleta dos alternativas pero cuatro opciones: aprobar, aprobar para reformar, rechazar y rechazar para renovar, permitiendo pensar que el giro pendular parece responder tanto a una minoría que no buscó legitimar el plebiscito de entrada, así como aquella que observó una ruptura o distancia con los presupuestos que motivaron inicialmente a esta instancia consultiva. 

Boric, la seguridad y el plebiscito a su gestión

Por último, trazando una continuidad entre la desestimada nueva Constitución y la coyuntura, figura la asunción de Gabriel Boric como presidente y una agenda que, antes de cumplir su primer semestre al frente del país, se vio fuertemente marcada por el proceso constituyente y el problema de la seguridad nacional.  

El estado de seguridad y violencia en Chile difícilmente pueda exagerarse en cuanto a lo que es su gravedad. El subsecretario de Prevención del Delito, Eduardo Vergara, marcó que el país vive «el peor momento en seguridad desde el retorno a la democracia», algo graficado con hechos como el asalto a la casa de la ministra de Defensa, el disparo a uno de los escoltas del presidente, el conflicto migratorio en el norte y desde ya, la crisis en La Araucanía.

Después del juicio negativo sobre los constituyentes y una agenda política que evidenció una rápida caída en los niveles de popularidad oficialistas, la razón que más se repite entre los que apoyaron el Rechazo es la plurinacionalidad, a partir de propuestas como formar un Estado plurinacional y la creación de un sistema de justicia indígena. 

De esta forma, el rechazo logró movilizar una base de apoyo tradicionalista que también explica el giro 180° realizado por buena parte de la sociedad. 

Daniel Maffey

Lic. en Relaciones Internacionales

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