Alemania ante el histórico dilema de la simbiosis gasífera rusa

Desde que Vladimir Putin anunció el inicio de la Operación Militar Especial sobre la República de Ucrania, la Unión Europea, entre otros actores internacionales, ha impuesto una serie de sanciones que, desde diversos frentes, apuntan a condicionar el flujo de dinero e intercambio comercial con la Federación Rusa.

Sin embargo, a tres meses del comienzo de la invasión sobre el territorio ucraniano, lo exhaustivo de estas sanciones en muchos de sus planos continúa encontrando intermitencias en lo que a la postura frente al eje energético respecta. Particularmente al caso del gas, el cual representa el 24% de la demanda energética de Bruselas, siendo Rusia quien satisface el 40% de ese total.

La República Federal de Alemania, como primera economía del viejo continente, exporta más que cualquiera de los 26 países restantes del bloque, algo graficado en los 2.600 millones de euros que las importaciones de Rusia en materia de gas representaron en la antesala al inicio del conflicto armado en cuestión. 

Desde el comienzo de la guerra, diversos líderes de la Unión Europea han sugerido cancelar los contratos con Gazprom, la firma rusa de mayor producción gasífera en toda Europa. 

No obstante, diversos representantes del flamante Gobierno alemán han marcado en más de una oportunidad que, por fuera de lo imperioso de ejecutar sanciones aleccionadoras sobre el Kremlin, una interrupción total del suministro de gas en el corto plazo no es posible y sería contraproducente a la reactivación económica alcanzada tras los primeros dos años de la pandemia. 

¿Cómo se volvió Alemania tan dependiente de Rusia en algo tan vital como su suministro energético? ¿Cuáles han sido las acciones directas tomadas desde el inicio de la guerra en Ucrania? ¿existen perspectivas de cambio en la relación gasífera entre la primera economía de Europa y la Federación Rusa? 

El artículo se propone dar respuesta a estos interrogantes a partir de dos grandes lineamientos: En primer término, el objetivo es analizar los principales puntos históricos de la relación gasífera entre Alemania y Rusia. Para ello, se hará referencia a los ejes generales transitados desde la década de 1970 en adelante. 

En segundo lugar, graficando el estado de situación actual en lo que al eje gasífero respecta, el propósito será estudiar las declaraciones y resoluciones provistas por parte de las principales figuras del Gobierno alemán, así como su linealidad o ruptura frente a lo ocurrido en el resto del bloque europeo. 

Rastreando la dependencia: la relación gasífera ruso germana

Con antecedentes propios al mundo de la post segunda guerra mundial en el que la República Democrática Alemana (de ahora en adelante, RDA) transitaba una recuperación económica anclada en la industria del acero y, consecuentemente, una mayor demanda energética, dos hechos sobre finales de la década de 1960 sentarían las bases en la relación por describir. 

Por un lado, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (de ahora en adelante, URSS) descubre en Siberia Occidental una de las reservas de gas natural más grandes del planeta. Por el otro, el estreno de la Socialdemocracia alemana bajo la elección de Willy Brandt como Canciller de la RDA ilustra el impulso político necesario de interconexión entre ambos actores y sus necesidades. 

La génesis de la relación gasífera entre las partes puede rastrearse entonces sobre finales de la década de 1960. Hasta el estado de situación actual, existen tres grandes etapas que permiten transitar recorrido en cuestión. 

La Ostpolitik y el recurso del gas

Con el comercio como eje central, el canciller Brandt graficó las exportaciones de acero y el desarrollo de gasoductos como una oportunidad única para llevar a cabo proyectos de cooperación junto a la URSS, algo plasmado bajo la doctrina de la Ostpolitik, la cual buscaba abandonar la discusión por cuestiones relativas a la unidad de la Nación alemana y priorizar la integración desde la interconexión comercial. 

Para el año 1970, el ministro de Finanzas alemán, Karl Schiller, y su homólogo soviético, Nikolai Patolichev, firmaron el primer contrato entre las partes, el cual sentó las bases no solo para la RDA sino para que toda la Comunidad Europea y su demanda energética comenzara a sentar conexiones con los proveedores del Este y la infraestructura de la Alemania Occidental.

A partir del mencionado acuerdo se resolvió extender el gasoducto Soyuz, el cual, partiendo desde Checoslovaquia llegaría a Baviera, estrenando el primer ejemplo concreto de una relación en la que el intercambio estaría dado por las importaciones de gas desde la URSS hacia la RDA, en tanto el mismo se pagaría exportando tubos de acero en dirección contraria (Bros et.al, 2017). Con Ruhrgas AG como operadora, los primeros suministros de gas comenzaron en octubre de 1973. 

Una nueva Ostpolitik 

Tras la reunificación alemana y el colapso soviético se proclama una nueva asociación estratégica que sobre principios de la década de 1990 evidenciaría una lógica más comercial y empresarial (Bros et.al, 2017), graficando la interdependencia bajo un conjunto de instituciones y foros a nivel bilateral, así como una mayor interconexión en términos de infraestructura.

Partiendo de Siberia y conectando el yacimiento de gas soviético Urengói con Alemania, el Gasoducto de Yamal, el primero de línea directa entre los países, finalizó su construcción en 1999.  

A su vez, ya bajo la administración Putin y el Gobierno de Gerhard Schröder, en 2005 se firmó el acuerdo para la construcción del gasoducto Nord Stream I, el cual, vía dos ramales paralelos, conectaría la ciudad rusa de Vyborg con Greifswald, Alemania. 

La sostenida tendencia al alza en la demanda alemana de gas ruso significó desde el eje comercial la transición de un modelo inicialmente marcado por el impulso político a uno donde la interdependencia mutua se encontraba ahora mediatizada por una serie de empresas ruso-germanas, presentes a lo largo de toda la cadena de valor (Bros et.al, 2017). 

2008 como punto de inflexión

Hasta el año 2008, momento en que la dependencia del gas ruso era del 42.1% del total nacional, Alemania se presentaba ante sus socios de la Unión Europea como aquel de mayor cercanía a la Federación Rusa, algo parcialmente problemático en tanto la relación del Kremlin con Bruselas vería en Ucrania un síntoma de los riesgos de esta fuerte dependencia. 

Sobre el invierno de ese año, las negociaciones referidas a las deudas pendientes por parte del Gobierno ucraniano sobre Gazprom, hizo que la firma cortara todos los suministros para uso de la ex república soviética a partir del 1 de enero de 2009 y por un total de 20 días.  

Dado que Ucrania era un importante país de tránsito, cuando Rusia cortó su suministro, terminó por afectar al de buena parte del continente, llegando incluso a que en países como Polonia más de una decena de personas murieran de hipotermia y evidenciando el poder que Moscú había desarrollado sobre buena parte del continente europeo. 

No obstante, al año siguiente comenzaría la construcción de la Línea 1 del gasoducto Nord Stream, en tanto el canal paralelo haría lo propio meses más tarde, siendo inaugurados y puestos en marcha en octubre de 2012, momento en que la dependencia germana sobre el gas ruso había aumentado al 45.8%.

Una tendencia similar tendría lugar dos años más tarde. Sobre 2012, Nord Stream AG, la firma a cargo del desarrollo del gasoducto en cuestión, comenzaría a evaluar un proyecto de expansión que constaba de dos líneas adicionales y que podría duplicar la capacidad de gas enviado hacia Alemania. 

Sin embargo, la crisis política de 2014 en Ucrania, así como la decisión rusa de anexar Crimea e invadir el este de Ucrania, encontraría a la Unión Europea emitiendo una serie de sanciones económicos, en tanto mostró a una serie de países del bloque buscando iniciar un proceso de diversificación en su provisión gasífera. 

Para Alemania, en cambio, con un pico de dependencia del 69.9% para 2016, las sanciones sobre Rusia quedaron prontamente relegadas en tanto en junio de 2015 se firmó un acuerdo para construir Nord Stream 2, obteniendo Moscú dos años más tarde el permiso alemán para la construcción y operación en aguas germanas.

Del Nord Stream II a la Operación Militar Especial

El gasoducto Nord Stream 2 fue finalizado el 10 de septiembre del año 2021. Si bien su puesta en marcha de momento no ocurrió, incluso otras medidas previas a este paso fueron tomadas por diversos actores, la fecha sirve para tomar dimensión del estadío en el que se encontraba la relación gasífera entre Alemania y la Federación Rusa en los momentos previos a la anunciada Operación Militar Especial lanzada sobre territorio ucraniano. 

Antes de que la guerra comenzara, Alemania recibía de Rusia el 55% de su gas, algo que se traduce en que cerca de la mitad de los hogares alemanes se calefaccionen con gas natural y que, en lo que a la industria pesada respecta, sectores como el minero y farmacéutico hayan advertido que reducciones en las importaciones podrían provocar pérdidas sustanciales en los puestos de trabajo.

Es por eso que es posible considerar que el tono de las reacciones de los principales referentes del Gobierno alemán ha tendido a distorsionarse entre la condena retórica por un lado, y el pragmatismo comercial por el otro, no por ello, sin marcadas críticas al estado de situación actual. 

“Debemos planificar sanciones duras, pero el gas no se puede sustituir a corto plazo. Nos infligiríamos más daño a nosotros mismos que a ellos”, consideró el ministro de Finanzas alemán, Christian Lindner, quien marcó como un “error” que Alemania se volviera tan dependiente de las importaciones de energía rusas. 

El canciller Olaf Scholz, por su parte, comentó que las importaciones de gas ruso son “esenciales” para el día a día de la sociedad alemana, en tanto otros funcionarios de alto nivel como Robert Habeck, ministro de Energía y Annalena Baerbock, ministra de Asuntos Exteriores, se pronunciaron en sintonía. 

Esto no quita que en lo inmediato el Gabinete alemán haya avanzado con medidas que vistas en clave histórica dan cuenta de la gravedad percibida sobre la agresión rusa a Ucrania.  

En concreto, el último trimestre ha estado marcado por una batería de medidas como la cancelación del proceso de certificación del gasoducto Nord Stream 2; la reducción del 15% sobre la dependencia del gas ruso; la toma del control de la subsidiaria de Gazprom en Alemania o incluso la decisión del Ministerio Federal de Economía y Protección del Clima de haberse negado a pagar los contratos gasíferos vigentes en rublos.

 ¿Hacia un quiebre histórico?

Lo cierto es que Alemania está reduciendo rápidamente su dependencia energética de Rusia buscando colocar el suministro de energía sobre una base más amplia. A través de un intenso esfuerzo con todas las partes relevantes, este primer trimestre da cuenta de que ha sido posible hacer un progreso significativo.

La coyuntura, marcada además por los compromisos ambientales de la nueva administración, hacen que la perspectiva de conjugar este punto con la seguridad energética sea potencialmente viable en el mediano plazo, algo impensado algunas décadas atrás.

Sin embargo, si bien reemplazar el gas natural, así como todos los combustibles fósiles, es el objetivo final de Alemania, la transición será costosa, en tanto se encontrará marcada no solo por el plano doméstico, sino también y mayormente, por la capacidad de adecuación a un potencial incumplimiento del contrato que Rusia pudiera realizar en el corto plazo.

Daniel Maffey

Lic. en Relaciones Internacionales

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