Modi, camino a conquistar el sur de la India, camino a ser “el maestro del mundo”

Este abril la República de la India dará comienzo a su decimoctava elección general. Desde las montañas del Himalaya hasta las costas del sur, más de 900 millones de votantes estarán habilitados para, en un período electoral de seis semanas, determinar las nuevas autoridades del país 

Ante lo inmenso de los indicadores que la quinta economía del planeta exhibe, no deja de sorprender la centralidad que cobra la figura de Narendra Modi, primer ministro en funciones desde 2014 y quien bajo la promesa de un inexorable liderazgo indio en el orden internacional, se encamina hacia su tercer mandato. 

Cinco años atrás, ante la obtención de una mayoría absoluta en el parlamento, una hazaña poco habitual en la conflictiva política india, Modi pareció haber cosechado la siembra de una narrativa dicotómica entre aquellos que, en desmedro de siete décadas de secularidad y pluralismo, abrazan la idea de una nación definida por su fe mayoritaria hindú, frente a quienes precisamente entienden esa diversidad cultural como fundante del progreso nacional.  

Esta lógica, bandera del oficialista Partido Popular Indio (BJP) y fuertemente instalada en el norte y centro del país, exige nuevas formas sobre el sur, más rico y mejor educado, donde además el Islam se extendió en tiempos y formatos disimiles. Allí, los cinco estados que nutren la región, concentran la mitad de los “unicornios” del país y la mayor parte de las exportaciones de la industria de servicios de TI.

Sin presencia del BJP en ninguno de sus cinco estados, el sur paradójicamente es presentado por Modi como caso de éxito de quien prometió generar una economía fuerte y que, más allá de profundizar las desigualdades a escala nacional, eclipsa cualquier indicador con el simbolismo de haber superado a su antiguo gobernante, el Reino Unido, y convertirse en la quinta economía del planeta. 

Precisamente este simbolismo ha llevado a que los discursos del primer ministro estén cada vez con mayor frecuencia nutridos de afirmaciones de que la India marcha camino a liderar el orden internacional, algo potenciado desde la falta de presión y cuestionamiento externo sobre sus formas.

Sin embargo, el presente se presenta menos auspicioso que la visión prometida por Modi. Su gobierno no ha mitigado, de hecho, ha trabajado activamente para intensificar los conflictos religiosos y regionales, al tiempo que la falta de voluntad para controlar el abuso y la degradación ambiental sitúa al país como el de peor desempeño entre 189 naciones, algo que amenaza gravemente la salud pública y la sostenibilidad económica nacional. 

La fragmentación cultural, de la mano de una Corte Suprema benevolente y el vaciamiento de las instituciones democráticas, empujan a la India a prácticas propias de un modelo autocrático que combate el pluralismo político y cultural al tiempo que exhibe su rédito económico. 

Así las cosas, poco parecen pesar esas profundas fallas subyacentes que, a menos que se reconozcan y aborden, no harán más que ampliarse en los años venideros. Modi y el Partido Popular Indio se encaminan a ganar cómodamente sus terceras elecciones generales consecutivas. Sus seguidores, se jactarán de que la India, marcha inexorablemente hacia el liderazgo global, todo gracias a su Vishwa Guru, el maestro del mundo. 

Daniel Maffey 

Lic. en Relaciones Internacionales 

 

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