La histórica decisión de la NBA que reclama por Jacob Blake, explicada

Sobre el cierre de la jornada del día de ayer y desde la costa este de los Estados Unidos, los Milwaukee Bucks hicieron historia. No por definir la serie contra Orlando y avanzar a semifinales de los playoffs ni mucho menos por lograr la ansiada segunda estrella en la historia del equipo que hoy comanda el jugador más valioso (MVP), Giannis Antetokounmpo.

No, la decisión fue bastante más importante, porque a partir de un nuevo caso de brutalidad racial policial que tuvo lugar en su Estado (Wisconsin), más precisamente en la ciudad de Kenosha, los jugadores y el personal del plantel comunicaron su decisión de no salir a jugar el partido programado. 

El hecho (que a su vez produjo un efecto rebote en otras disciplinas) prontamente contó con el apoyo del resto de los equipos que se encuentran en “la burbuja” de Florida donde hasta ayer se disputaban los cuartos de final de conferencia por los playoffs de una temporada que sin tener un campeón (y habrá que ver si lo tiene) ya cuenta con una inmensa lista de títulos en su haber.

 

Y en esto una reflexión conceptual, minúscula frente a la importancia de los hechos pero siempre necesaria en lo inevitable de que las palabras crean sentidos y realidades: Quizás los boicots impulsados por la administración Carter en Moscú 1980 y la respuesta soviética para Los Ángeles 1984, ambos síntomas de la etapa conocida como Segunda Guerra Fría, sean, en efecto, boicots.

La decisión estrenada por los Bucks, amplificada por Lebron James y tomada por toda la NBA es eso, una decisión. Visibilizar algo que queda retratado en el himno que se escucha rodilla en tierra y con el Black Lives Matter como el auspicio más importante de la cancha.

El caso de Jacob Blake

El domingo 23 de agosto un oficial de la policía le disparó por la espalda y en siete oportunidades a Jacob Blake, un hombre negro de 29 años. El hecho ocurrió en Kenosha, Wisconsin, una ciudad en las cercanías de Milwaukee.

La brutalidad quedó registrada en un video que prontamente circuló por las redes sociales y fue viralizado con más de 5 millones de reproducciones que mostraron a Blake recibiendo disparos a corta distancia mientras intentaba ingresar a un vehículo.

El caso tiene lugar en medio de numerosas movilizaciones que no ceden ante la pandemia y que protestan contra la violencia policial, reclamando justicia con casos tomados como bandera como los de George Floyd y Breonna Taylor, ambos asesinados a manos de agentes de la fuerza.

De momento Blake está grave pero estable en terapia intensiva y según el abogado de la familia, Ben Crump, creen que será un milagro que pueda volver a caminar de nuevo.

Como ocurriera hace algunos meses con el caso de Floyd, la viralización del video desató protestas en Kenosha, Wisconsin y ante el temor de una nueva ola de manifestaciones y disturbios masivos como los de Minneapolis en mayo, las autoridades decretaron un toque de queda nocturno.

En adición a esto, el alcalde de Kenosha, John Antaramian, llamó a la Guardia Nacional para reforzar a la Policía municipal y «proteger la infraestructura crítica y las instituciones culturales», según explicó el gobernador de Wisconsin, Tony Evers, en un comunicado difundido a la prensa.

Pero los enfrentamientos escalaron y si bien las circunstancias no están del todo claras sobre la jornada de ayer fue arrestado un joven de 17 años por la muerte de dos personas durante las protestas del martes.

Un presente histórico

Desde antes del proceso independentista, en la población blanca se creó una relación de complicidad entre la clase dominante y las subordinadas en el sentido de que, si bien los blancos de la clases medias iban a estar dominados por esta élite, siempre se les garantizó una posición de privilegio por encima de las minorías.

Tanto a indios como a negros se los despojó de sus tierras durante un largo proceso genocida, que en el caso de los nativos americanos redundó en la apropiación de sus tierras, y en el de los negros, en esclavitud, muertes y mutilaciones.

Los colonos arrebataban tierras a los indios a punta de fusiles y escopetas y de la misma manera sometían a los negros al trabajo esclavo, luego servil, y también les robaban tierras. Ese, es el saqueo del que hablaba Tamika Mallory.

De acá en parte podemos pensar esa adicción a las armas, especialmente en las áreas rurales. Algo que persiste hasta el día de hoy y que plantea una  suerte de simbiosis entre la “democracia estadounidense” por un lado y la segunda enmienda por el otro.

Así, un documento escrito en 1787 sigue siendo un argumento al día de hoy y la posesión de armas es una expresión de la democracia que defienden tanto Trump como Biden.

Lo estructural

La historiadora Valeria Carbone comentaba promediando el mandato de Trump comentó que la sociedad estadounidense en su conjunto está estructurada sobre el racismo: “¿Por qué se habla de estadounidenses y de afroestadounidenses, o de italoestadounidenses? Se quiere indicar que hay estadounidenses “puros” y otros que no. Y cuidado que no son las minorías, porque si se juntan todas las minorías, se convierten en la mayoría”.

Este plano se traduce en una inmensidad de indicadores que contienen al caso de Floyd como estadística. Osea que en cierto modo, no hay nada nuevo porque nada parece cambiar. Lo que estamos viendo es un reclamo que denuncia una realidad que solo cambia porque empeora.

Que los asesinatos policiales entre 2014 y 2019 no derivaran en la condena de ningún oficial, que los afroamericanos tienen 1,4 veces más probabilidades de estar desarmados en interacciones fatales con la policía que los blancos, que en ciudades como Oklahoma o Reno la tasa de asesinatos de afroamericanos por parte de la policía sea mayor que la tasa de asesinatos en los Estados Unidos y la lista sigue.

Es esta realidad por la que la gente protesta, por la que protestó en 2017 por el asesinato de Anthony Lamar Smith, en 2014 por el caso de Michael Brown, de Freddie Gray en 2015 y tantos otros.

En la antesala a un nuevo aniversario del mítico discurso que Martin Luther King Jr. pronunciara el 28 de agosto de 1963, se esperan movilizaciones en todo el país que una vez más reclamen por ese sueño. 

La Policía

En la década de los 90 se priorizó una suerte de doctrina conocida como la “cero tolerancia policial” que planteaba algo así como que si los crímenes menores no se atendían, iban a derivar en otros más serios.
 

A partir de ahí se comienza a observar una suerte de saturación sobre la gente de menores recursos, presionando y profundizando estadísticas que suponen a Floyd como un indicador más.

Lo cual no solo evidencia que las problemáticas a resolver no se lograron y que la Policía quizás no era la institución más apta para esto, sino que el proceso de financiamiento sobre las fuerzas de orden tuvo su correlato en la brutalidad policial.

No queda muy lejos en el tiempo la imagen de la policía con el equipo de guerra utilizado en Irak para reprimir las movilizaciones en Ferguson, cuando mataron a Michael Brown, algo particularmente peligroso porque pareció en aquel entonces dar el mensaje de que la policía estaba en guerra contra su propia población.

Y además, si la estructuración condena de antemano a las minorías de los Estados Unidos, el sistema legal otorga una figura para la Policía de la que pocas veces se habla, que es la de inmunidad calificada.

La inmunidad calificada significa que los oficiales están protegidos de responsabilidad civil en la medida en que su conducta no viole derechos legales de los cuales tenían que estar al tanto.

Como ocurriera tras el asesinato de Floyd y ahora con el caso de Blake, desfinanciar la policía es un reclamo presente, y no para que no haya más oficiales y reine la anarquía, sino para cambiar ese enfoque que hasta ahora parece más preocupado en como reaccionar a la violencia policial y no en responder porqué ocurre y cómo pararla.

Daniel Maffey

Lic. en Relaciones Internacionales

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