Elecciones en Uruguay: La democracia modelo de la región, rumbo a las urnas

El proceso que cada lustro situa a la República Oriental del Uruguay frente a la elección de un nuevo presidente suele estar cargado, para quien desde Argentina mira, por la tentación de ponderar la notable historia política de conciliación y transiciones moderadas del país.  

Uruguay no es un caso de extremos, algo inusual para una región con múltiples crisis políticas y sociales que además, como resalta el último reporte de Latinobarómetro, transita una recesión democrática en la que, claro, la Nación charrúa destaca como excepción a la regla. 

Esta tendencia da cuenta de un ritmo marcado por una sociedad amortiguadora donde las disputas son políticas, implicando el diálogo entre los distintos actores del sistema y la ausencia de exabruptos como pasos obligados, algo que llevó al país a ser considerado en 2021 como el menos polarizado del mundo y la democracia más estable de América Latina y el Caribe para 2023. 

Si bien Uruguay no es una isla y también viene procesando una erosión en el recelo tradicional hacia posturas de ultraderecha como puede ser el caso del partido Cabildo Abierto, integrante de la actual coalición de Gobierno y liderado por el exgeneral Guido Manini Ríos, la política sigue siendo central, despertando renovado interés y constituyendo mecanismos de expresión y representación para un país con grandísima identificación partidaria.

De cara a esta elección, en un sistema donde no se permite la reelección inmediata del presidente y se requiere el 50% más uno de los votos válidos para ganar en primera vuelta, el caso parece estar dirigido hacia el ballotage, salida que desde la reforma electoral de 1996 dirimió cuatro de las cinco elecciones nacionales y que revitaliza la figura de lo que el historiador Gerardo Caetano define como los “no creyentes”, esa porción pequeña pero decisiva del electorado uruguayo al momento de definir el comicio. 

En lo que además será la renovación de ambas cámaras del sistema parlamentario y la presencia de dos plebiscitos orientados a permitir allanamientos nocturnos y realizar varias reformas al sistema de seguridad social, el pasado junio contó con las elecciones internas partidarias, dejando una participación del 36%, la más baja desde el año 1999 y evidenciando los nombres de un Uruguay que si bien cuenta con candidatos, la salida de figuras como Vázquez, Lacalle, Mujica o Astori, ha dejado un escenario sin líderes consolidados.

De los 11 partidos que competirán, la elección parece encaminada a dirimir entre el posible regreso del Frente Amplio, espacio que ha demostrado una resiliencia notable luego de su salida del Gobierno tras quince años, y el Partido Nacional, con el presidente Lacalle Pou encabezando la lista de senadores y la expectativa de una primera vuelta que ratifique su liderazgo al interior de la coalición multicolor.

La fórmula del Frente Amplio estará integrada por Yamandú Orsi y Carolina Cosse, exintendentes de Canelones y Montevideo, respectivamente. Por su parte, el Partido Nacional, como símbolo de continuidad política, presenta a Álvaro Delgado, exsecretario de la Presidencia, y Valeria Ripoll, dirigente sindical y panelista televisiva.

Por fuera de los nombres, poco parece haberse ofrecido a la ciudadanía frente a  dos temas muy sensibles para la definición del electorado: las amenazas de la inseguridad pública, por lejos el principal problema registrado en las mediciones de opinión pública de los uruguayos desde hace más de una década y los crecientes indicadores de estancamiento económico, especialmente en el interior del país y fuera de las grandes áreas urbanas de Montevideo y Canelones.

Aunque las elecciones serán competitivas, el Frente Amplio se mantiene favorito en todas las encuestas. Tras su derrota en 2019, no solo recuperó votos, sino que también enfrentó la salida de sus principales líderes históricos, dando muestra de disciplina partidaria tras la celebración de su congreso programático. 

El Frente Amplio deberá disputar el poder a una coalición que centralmente cuenta con dos espacios como el Partido Nacional y el Partido Colorado, ordenadores históricos de la sociedad uruguaya y que, en tiempo presente, han demostrado ser estructuras con un profundo arraigo en la sociedad, dando cuenta de que no en vano han gobernado el Uruguay durante buena parte de su historia. 

* La nota fue originalmente publicada en Diario Perfil

Mg. Daniel Maffey

Analista Internacional y docente (USAL – UTDT)

0 comentarios

Dejar un comentario

¿Quieres unirte a la conversación?
Siéntete libre de contribuir!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *