Elecciones en EE.UU: implicancias para el proyecto Milei y el interés nacional argentino
El martes 5 de noviembre, Estados Unidos decidirá el futuro político del país, tanto a nivel ejecutivo como legislativo. La jornada electoral voluntaria definirá, entre otros cargos, al próximo presidente, la composición total de la Cámara de Representantes, un tercio del Senado y las gobernaciones de varios estados.
La elección, como ocurre desde hace ya algunos años, transita bajo un cierto recelo a la globalización y sus bondades, reflejando así un sistema internacional cada vez más fragmentado y con un fuerte rebrote de los nacionalismos y la xenofobia como síntomas políticos centrales.
Parte de este escenario parece responder a lo que Tokatlian presenta como el cierre de un período en el que, a partir de la preeminencia de sus valores, instituciones, reglas, preferencias e intereses, desde finales del siglo XVIII, primero de manera incipiente y luego de modo más acentuado, predominó Occidente. Desde finales de la década de 1970, es posible advertir una transformación notoria en distintas esferas y dinámicas, con Oriente como emergente de un mundo posoccidental.
Bajo este contexto, la lectura del mundo del presidente Milei ha sido, por lo menos, peculiar, en tanto la anunciada “nueva doctrina de política exterior”, junto a la jefa del Comando Sur de EE. UU., Laura Richardson, resalta en numerosas oportunidades el peso específico de los “valores de Occidente”.
La nueva doctrina, una novedad para la política exterior nacional, se refleja en la intensa e informal agenda de visitas a Estados Unidos; el anuncio, desde Israel, de trasladar la sede diplomática del país a Jerusalén; la decisión política de no ingresar a los BRICS; el notorio desinterés en América Latina, solo interrumpido para propiciar ataques personales hacia líderes de la región, y la adopción de posturas contrarias a la agenda 2030 de Naciones Unidas, entre otras decisiones.
Bajo este escenario, el resultado y la dinámica de la elección que definirá al próximo titular de la Casa Blanca se presentan como un aspecto fundamental para comprender las expectativas de la administración Milei y el interés nacional argentino.
Respecto a Trump, existe una evidente afinidad con el presidente Milei, así como un enfoque inédito en la retórica “anti” (China, Rusia, Venezuela, Irán, entre otros) que el mandatario argentino proclama. No obstante, ante una agenda marcada por tensiones crecientes con China, la guerra en Ucrania sin salida y el inestable escenario en Medio Oriente, la atención o interés de los Estados Unidos hacia la Argentina no parece prioritaria.
Frente al debate que da forma a diferentes frentes de la política argentina desde 2018, el respaldo de Trump o Harris ante el Fondo Monetario Internacional parece poco probable. Varios años después del acuerdo firmado por Mauricio Macri, existe un nivel técnico y político en el FMI que se plantea reticente a tener en la Argentina un riesgo sobre su legitimidad como entidad multilateral.
En clave regional, Anthony Blinken, actual secretario de Estado y línea de continuidad demócrata, presentó “la estrategia de renovación de Estados Unidos”. Orientado a reconstruir el liderazgo norteamericano en un “mundo nuevo”, llama la atención la nula mención de América Latina, algo que, bajo el frente republicano, promete como corolario del primer mandato de Trump, una dureza extrema en lo que a las políticas migratorias respecta. Nuevamente, ni Argentina ni América Latina se presentan como prioridad, no solo para un partido, sino para el interés nacional de los Estados Unidos.
Cobra sentido para la Argentina y la administración Milei el poder definir un interés nacional que hoy figura difuso. El sacrificio de los intereses permanentes en aras de satisfacer los transitorios de un partido o persona es hoy el denominador común de un gobierno que va a contramano de lo que el país necesita y de lo que el mundo ofrece.
Cuando el canciller Guido Di Tella habló de “relaciones carnales” con los Estados Unidos, el mundo había cambiado significativamente. La caída del Muro de Berlín, el fin de la Guerra Fría y el cierre de un mundo dividido en dos habían dado paso al ascenso de Estados Unidos como potencia hegemónica.
El mundo actual es notablemente distinto, y el interés nacional de un país como la Argentina debiera estar en multiplicar vínculos y no sacrificar la relación con nuestros principales socios comerciales, como lo son Brasil y China, en aras de alinearse con los Estados Unidos, cuando el mundo ofrece mucho más que dos opciones. Además, como señalara el exembajador en Washington, Jorge Argüello, nadie nos exige tanto.
* La nota fue originalmente publicada en Ámbito Financiero
Mg. Daniel Maffey
Analista Internacional y docente (USAL – UTDT)
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