Del milagro al abismo: Bolivia busca dar vuelta la página de Evo y elegir nuevo Presidente
Bolivia dio vuelta la página. El ciclo iniciado en 2006, liderado por Evo Morales y el Movimiento al Socialismo (MAS), parecería haber llegado a su fin, aunque siempre con el potencial que una historia llena de giros inesperados como la boliviana merece contemplar.
Este 19 de octubre, el país deberá elegir entre dos figuras que provienen del pasado pero que hoy encarnan la promesa de futuro: Rodrigo Paz Pereira, heredero político de un linaje histórico, y Jorge Quiroga, tres veces candidato y expresidente de aquella Bolivia que para comienzos del siglo XXI transitaba una tumultuosa democracia.
Escribir sobre Bolivia sin que Evo se lleve los flashes es difícil. Su figura sigue siendo inevitable para entender el inicio y fin de un ciclo que bajo la idea del “milagro económico” supo combinar crecimiento sostenido, estabilidad macroeconómica y reducción de la pobreza, transformando la renta gasífera en prosperidad y refundando nada menos que una nación.
Tras casi dos décadas, ese ciclo se agotó y el abismo es el temido horizonte que acecha a millones de bolivianos. El país atraviesa su peor crisis en décadas, marcada por una inflación anual de casi el 25%, en tanto existe escasez de combustible y algunos productos básicos, con el impacto que eso representa para el ánimo general de la población.
Las elecciones de agosto ocurrieron y respondieron a esta realidad, marcando un punto de inflexión para la política boliviana, no solo llevando al estreno de la segunda vuelta presidencial desde que esta figura fue incluida en la nueva Constitución, sino además, con la desaparición del MAS del Senado y apenas un puñado de representantes en la cámara baja.
El nuevo mapa político boliviano
En Bolivia, las elecciones generales lo cambian todo, renovando en un único llamado la totalidad de ambas cámaras de la Asamblea Plurinacional y, lógicamente, la fórmula presidencial que el próximo 8 de noviembre asumirá funciones.
Bajo este escenario, la sorpresa fue Rodrigo Paz Pereira, del Partido Demócrata Cristiano, que ganó la primera vuelta con el 32%. Lo siguió Jorge Quiroga, de Libre, con 26%. Samuel Doria Medina, favorito en las encuestas, quedó tercero y fuera del balotaje. En términos legislativos, la conclusión es que cualquiera de los dos candidatos que venza este octubre va a tener que construir acuerdos para garantizar gobernabilidad y eficacia en la compleja agenda que necesitará la futura gestión de gobierno.
El MAS, fracturado en al menos tres corrientes, quedó al borde de su desaparición. Con apenas un puñado de asambleístas, de las tres corrientes partidarias que de manera difusa dijeron presente en la elección, el único respaldo considerable fue el voto en nulo, convocado por Evo Morales tras ser inhabilitado a la reelección, que obtuvo un tercer puesto “simbólico”, con el 19%.
Ahora bien, nuevamente ante el esfuerzo de salir de Evo y el MAS, contar el presente y futuro de Bolivia supone entender quiénes son y qué proponen las figuras de Paz y Quiroga.
Rodrigo Paz Pereira y un Estado “tranca”
Rodrigo Paz combina apellido histórico y relato de renovación: es heredero político de un linaje republicano (Paz Zamora/Paz Estenssoro), pero se presenta como una alternativa moderada y no confrontativa frente al MAS. Su triunfo en la primera vuelta pareció obedecer a una oferta que sedujo a votantes cansados de la polarización: promesas de administración eficaz, lucha anticorrupción y una narrativa centrada en poner la política al servicio de la gente.
Su apoyo provino de electores urbanos moderados, empresarios medianos, capas medias afectadas por la crisis económica y regiones con mayor peso institucional. Captó también votos de sectores descontentos con la fragmentación del MAS y de votantes conservadores que prefieren estabilidad antes que rupturas ideológicas, como puede suponer su contrincante.
Paz propone un estilo dialogante más que confrontativo. Su Agenda 50/50 apunta a descentralizar recursos y devolver protagonismo a gobiernos subnacionales; propone una “reforma multidimensional” que combina medidas de gestión pública, ajustes fiscales moderados y reformas institucionales (como la eliminación de la reelección, algo que ha traumatizado la escena política boliviana por muchos años).
En el corto plazo, su prioridad está en estabilizar las finanzas públicas y restaurar señales de confianza para atraer inversión. Paz dispondrá de la mayoría simple en ambas cámaras, con 49 asambleístas sobre 130 y 16 de 36 senadores. Es probable pensar que sus aliados vendrán de fuerzas de centro como ese 19% del electorado de Doria Medina, además de gobernadores y partidos regionales que aspiren a una mayor autonomía fiscal.
Jorge Quiroga: retorno, coaliciones y agenda tecnocrática
El ingeniero y economista Jorge Quiroga alcanzó por primera vez la Presidencia de Bolivia en 2001, cuando, siendo vicepresidente de la República, sustituyó por enfermedad al dictador Hugo Banzer, su mentor político. En sus meros 12 meses de ejercicio, ejecutó un plan de reactivación económica y ajuste fiscal que disfrutó de una tregua en la conflictividad social, pero con nulos resultados tangibles para la población. Curiosamente, durante su mandato, expulsó a Evo Morales de la Cámara de Diputados, quien, a raíz de este destierro, comenzó su crecimiento como líder político.
Durante casi 20 años, Quiroga fue un férreo opositor de los gobiernos del MAS, tanto durante las presidencias discontinuas de Morales (derrocado en 2019) y Luis Arce (elegido en 2020); en el ínterin, trabajó muy brevemente para la administración de facto de Jeanine Áñez en el plano internacional.
Ofreciendo “darle propiedad a la gente” con la participación masiva de los ciudadanos en el accionariado de las empresas del Estado a través de títulos de valor transferibles, Quiroga ha enfatizado la necesidad de reactivar la economía; reducir el gasto público tirando de “motosierra, machete y tijera”; unificar el tipo de cambio del boliviano con la asistencia crediticia del FMI; acelerar la digitalización del Estado, profundizar las autonomías departamentales y descentralizar los servicios de salud y educación.
Al igual que sobre comienzos de siglo bajo el ala de Banzer, Quiroga promete una estrategia de “cocaína cero”, respetando la hoja de coca tradicional. Además, se propone reactivar la industria del gas a través de la baja de impuestos a las nuevas exploraciones y clarificar el potencial del litio, mineral estratégico del que Bolivia dispone más que cualquier otro país del planeta en su gigantesco Salar de Uyuni.
Hacia una nueva (aunque probablemente conocida) etapa
Solo entre Paz y Quiroga, se repartieron poco menos del 60% de los votos válidos emitidos en las elecciones generales, por lo que el redireccionamiento de los apoyos de quienes quedaron en el camino resulta fundamental para estimar un ganador para la Presidencia boliviana.
Por ahora, Doria Medina, quien pareció acariciar la Presidencia y quedó tercero, expresó su respaldo a la candidatura de Rodrigo Paz, lo que, más allá de un potencial apoyo en las urnas, puede implicar una señal para un futuro acuerdo de gobernabilidad. Los otros dos candidatos que le siguieron, Andrónico Rodríguez y Manfred Reyes Villa, de momento, no resolvieron ningún apoyo público. Tampoco está claro qué hará Evo Morales desde su trinchera, arropado por ese voto nulo, síntoma de su incapacidad de delegar poder.
La historia boliviana está llena de giros inesperados, pero también de regresos. En 2020, se vaticinaba el final del ciclo progresista y Arce terminó ganando con el 55%. Hoy, el futuro vuelve a estar en disputa y en manos de quienes hasta ayer eran el pasado, tiempo que, al menos de momento, hoy le cabe al MAS.
Daniel Maffey
Analista Internacional
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